Saturday, January 13, 2018

Reflexión

A lo largo de los años ha ido cambiando poco a poco o en pequeños saltos la idea que yo tenía sobre mi misma. Empezaré diciendo que yo nunca quise ser un hombre aunque si es cierto que pensaba que ellos lo tenían todo más fácil.
Cuando era adolescente no era lesbiana ni tenía idea que yo pudiera serlo. Era una chica tímida con problemas para relacionarme pero hasta ahí. Pensaba que era heterosexual y que en algún momento aparecería el hombre de mi vida. Quien me hubiera dicho en esos días que, como dice la canción, el hombre de mi vida se llamaba María. O Juana. O Virtudes. O Soledad. Que más da mientras sea una hermosa mujer con un corazón de oro.
Más adelante, cerca de mis veinte años, descubrí que era lesbiana y traté de ser siempre consecuente con mi descubrimiento. Como lesbiana era fácil tomar ciertos roles ya que yo siempre había tenido una apariencia andrógina y una imaginación muy pasional. Yo sabía que mi apariencia favorecía el equívoco y me divertía cuando la gente se equivocaba. Nunca me lo tomé a mal.
Había tomado una filosofía de ser quien siempre había sido. Que soy masculina, pues soy masculina, no pasa nada, cada uno es como es.
En el amor o el sexo mi filosofía era dar todo lo que hubiera querido para mi pensando que la otra persona haría exactamente lo mismo y las dos estaríamos tranquilas y satisfechas. Torpe de mi. Al final resultó que cuando tu das y das y das, la otra recibe, recibe y recibe. Y a ti que te zurzan.
Entonces busqué relaciones equitativas, yo te doy pero quiero que me des. Las cosas marchaban bastante mejor y yo seguía teniendo la misma idea de quien era yo y como era.
Hace ya unos años y por diversas circunstancias y promesas me fui dejando crecer el pelo. El año pasado en medio de una crisis existencial decidí volver a cortármelo como antes, pequeño, después de cinco o seis años de tenerlo largo. Empezó aquí la última actualización de mi personalidad. Ahora resultaba que me molestaba que me confundieran con un hombre, me miraba al espejo y no me reconocía como yo. No me gustaba esa imagen de mi misma. Resultado, vuelta a dejármelo crecer y asumir que algo en mi a ido cambiando.
Han pasado algunas cosas más que no recuerdo por que solo me he molestado en conservar la conclusión a la que llegué. Esas pequeñas cosas me hicieron darme cuenta que yo era mucho más femenina de lo que nunca pensé. Me doy cuenta que a veces incluso soy hasta un poco "princesita".
Ahora claro, tengo un nuevo dilema, por que podríamos resumirlo en que soy una princesita encerrada en el cuerpo de una lesbiana bastante masculina aún.
Todo esto me ha hecho pensar que ahora tiene algo más de lógica el tipo de mujeres que me gustaron siempre a primera vista. Por que yo, para mirar, siempre disfruté de las lesbianas masculinas, no en exceso pero me encantan con un puntito....o dos. Jajajajaja.
Lo que suele pasar con esto es que el tipo de mujer que a mi me gusta no suele fijarse en lo que yo parezco. Siempre hay excepciones, supongo. A mi no me ha pasado.
Todo esto me hace preguntarme, ¿Cuan fiable es la apariencia para encontrar lo que de verdad queremos? Dejamos que la apariencia de la otra active mecanismos en nosotras pero son de verdad un buen proceso para llegar a donde queremos llegar.
Por mi parte me encantan las parejas que miras y "no te explicas como pueden estar juntas" pero lo están y se aman. Por mi parte, sueño-espero formar parte de una pareja así algún día.

No comments: